Estefany Feliz Pérez (1990) Batey Cuchilla, Barahona. Cursa estudios universitarios. No tiene hijos ni se ha casado.
Paralizada en un batey
Por Estefany Feliz Pérez
Yo
soy Estefany Feliz Pérez. Actualmente vivo en Batey Cuchilla con mis padres y con mis seis hermanos. Soy la segunda de los hijos de mis padres, tengo 26 años de edad. Yo estudié en la Escuela Primaria Batey Cuchilla. Yo
siempre fui una niña tranquila,
de su casa.1 Yo no tenía tanta libertad
como la tenían otros jóvenes. Yo me crié con mis padres. Vi cómo mi madre estaba
con mi padre, la lucha que
pasó. Cuando la zafra se cerraba, ellos iban
para la loma seis meses y, luego, regresaban al batey. Yo no conocí
lo que era querer ser profesional, pero siempre quise ser secretaria. En el batey,
yo vivo en Batey Cuchilla,
donde muchas personas
le tienen
un poco de miedo por la vulnerabilidad del batey. No es
por el nombre, sino porque vienen personas de otros lugares a hacer fechorías en la entrada: atracos;
muchos suceden porque la entrada es muy solitaria. Vivo en un batey que tiene 140 viviendas, donde solo tenemos los motoconchos, donde –cada vez que llueve– el puente principal se colapsa...
donde los motoconchos de las otras comunidades no quieren ir por la
situación de la carretera, que no
está asfaltada. En un batey de tierra muy arenosa, donde llueve y podemos
barrer al otro día. Donde
las madres trabajan
en la siembra de caña y, otras, en la venta de carbón... otros haciendo pan para vender y, otras, rifas, aceites,
platos, etcétera, todo eso para tener
un poco de ingreso. Algunas jovencitas se casan muy temprano, otras salen embarazadas a temprana edad por falta de conocimiento ante la causa. Donde algunos
jóvenes tienen que abandonar la
escuela para emigrar a la capital por falta de un empleo digno y, algunas madres,
dejan a sus hijos solos o con otras personas para emigrar a la capital en
busca de un mejor futuro para ellos.
Pero, a pesar de todo esto, es uno de los bateyes más tranquilos, donde hay personas solidarias con las demás personas, no importando de dónde eres o cómo es. Donde la única forma de conseguir trabajo es el Consorcio Azucarero Central,2 donde se le paga una miseria de salario, donde algunas familias pierden a sus seres queridos en algunos de esos trabajos que realizan diariamente, donde son asesinados y todo queda impune porque las autoridades no investigan las causas.
Donde las esposas esperan a sus esposos con esmero los días de pago y, cuando llega el esposo a la casa, llega con la noticia de que fue asaltado por un pillo. A causa de eso, la esposa no puede ir al mercado el domingo (porque el esposo no llegó a casa con dinero). A pesar de todo, la vida del campo es alegría... no todo es mal, puedes pedir un favor a cualquiera persona [sic] no importa si es niño o adulto. Compartimos cosas como la comida... sal, azúcar... sandalia... donde le pides a la vecina dos plátanos y te regala tres.
Vivo en un batey donde –para salir fuera de la comunidad– debo ´esperar bola´3 o salir a pie. Cuando te ven los motoconcho esperando bola, se hacen el ´chivo loco´,4 obvio, están cansados de ´dar bola´... y más un domingo, día de mercado, que todos tenemos cómo pagar. No lo hacemos por no pagar los RD$200. No. Lo hacemos porque pagar RD$200 pesos –ida y vuelta– a un motoconcho es un descuadre para la compra de la casa. Oh no... así no se puede... es mejor pedir una bola para ir al mercado y, al regresar, vengo en concho... y con los 100 pesos: compro RD$100 de sazón, que «ahí me rinde»... (así decimos).
Yo, desde que me inscribí en la escuela primaria –a mí me inscribieron en la Escuela Primaria de Batey Cuchilla, donde solo había una sala– ahí teníamos que estar todos los estudiantes... tanto los de primero, segundo, tercero y cuarto [grados]. Donde todos teníamos que estar sentados quietos, con un director que era tan bruto... un hombre muy bruto. Me acuerdo que una vez él chocó la cabeza de mi hermana Karina con la cabeza de otro compañero de clase. Chocó sus cabezas juntas y era ´la única´ forma de castigarlos.
Cuando terminé el cuarto, fui a estudiar en otra comunidad llamada El Palmar, donde hice el quinto hasta el cuarto de bachiller en el liceo Ana Dilcia Santana. Cuando terminé la escuela –el bachillerato– que [cursé] con tanto esfuerzo y empeño... con ayuda de mis padres... con mi papá nadie en la casa podía quedarse en casa sin ir a clase... Para ellos, la educación era primordial. Terminar la escuela es una cosa muy importante, ya que para una jovencita terminar la escuela en un batey, eso requiere de un esfuerzo muy grande por la condición en la que muchas personas viven, sobre todo para una familia de siete hijos.
Recuerdo que –para nosotros– no existía eso de «merienda» o que te daban RD$5.00 como algunos hacen... para nosotros no había eso. Solo había un apetitoso mango... todos los estudiantes íbamos a la espera de que caigan unos mangos, donde solo el más veloz podía correr y coger el mango. Íbamos a nuestra casa para ver qué nos tenía nuestra madre: que si cocinó o no cocinó. Cuando terminé el liceo –a los 18 años–, [estaba] entusiasmada por ingresar a la universidad (como todo joven que viene de una familia pobre, poder terminar sus estudios... eso es lo más grande). Yo, muy feliz, salí del liceo, estaba muy emocionada.
En el 2009 empezó mi pesadilla: como joven, como mujer y como hija. Es cuando yo me dirijo a la Oficialía de mi provincia de Bahoruco, que es Neiba, donde fui inscrita en el libro de Registro Civil Dominicano. Me acuerdo: una mañana hubo unas personas que iban para una actividad en Neiba cuando mi madre me dice: «Estefany, aprovecha y vete a buscar tu acta de nacimiento, coge una bola con ellos». Yo me preparé y me vestí y me voy con ellos, contenta porque ya voy a ingresar en la universidad (ya que mis compañeros ya tenían sus documentos listos). Pues, cuando llego a la Oficialía, pido un acta certificada y la noticia que me dieron fue que no podían entregarme mi acta porque estaba «en investigación». Ahí fue donde conocí que estaba siendo afectada por la Resolución 12. No tenía conocimiento de eso.
Desde entonces, empezó mi sufrimiento...depresión... cuando a mí me dicen que no me lo pueden entregar porque estaba «en investigación». Pero, en el 2009, fue un año de gran dolor porque los días venían y se iban, yendo a citas para saber cuándo sería que me iban a entregar mi acta de nacimiento. Con el proceso de la sentencia del tribunal, pensé que ya no teníamos esperanza: ya no tenía esperanza. Me dije a mí misma: «ya no tengo esperanza, ¿qué voy a hacer, mi Dios?, ¿qué pasará con todo lo que he hecho?» Quedé paralizada en un batey sin poder trabajar, sin ir a la universidad.
En el 2013 conseguí mi acta de nacimiento (gracias a las luchas que hicimos los afectados y con la ayuda de las organizaciones nacionales e internacionales y con la ayuda de personas solidarias). Ya cuando yo conseguí mis documentos (mi acta de nacimiento, mi cédula de identidad), aun así, yo me sentía igual. Estaba feliz porque ya tenía [los documentos], pero no sabía qué hacer con mi vida, ya que tenía seis años desde que terminé el bachillerato y no podía ingresar a la universidad. Yo no sabía qué hacer porque no sabía por dónde iniciar. Pensé: «¿Salgo a buscar trabajo o ingreso a la universidad?». Sentí que no estaba clara de lo que quería. Pero, gracias a Dios que yo tenía personas que estaban interesadas por el bienestar mío, que a cada rato nos enviaban enlaces sobre cuándo había inscripción en la universidad, [una de esas] personas es Ana María Belique.
Bueno, busqué todos mis documentos, me inscribí en la universidad. Duré un cuatrimestre, luego abandoné la universidad por un año porque no podía pagar, ya que era una universidad privada. Me fui a estudiar en la universidad del Estado, la Universidad Autónoma de Santo Domingo, pero –cada vez que iba– la profesora no venía... y eso me fue desanimando hasta que abandoné la universidad otra vez. Duré cuatro meses... y, en el 2016, ingresé nuevamente a la universidad.
Actualmente estoy estudiando Derecho y, en dos años, termino la licenciatura en Derecho. Luego, haré una maestría en Ciencias Sociales porque, a pesar de todo, me gusta la historia. Yo quiero ser maestra de historia, poder trabajar con jóvenes que no están claros de nuestra historia, porque hoy hay muchos historiadores que han tergiversado la historia. También quiero ser Oficial Civil para trabajar en las Oficialías, ya que he venido haciendo trabajos de acompañamiento a través del Movimiento Reconoci. do y eso es lo que más a mí me gusta.
Pero, a pesar de todo esto, es uno de los bateyes más tranquilos, donde hay personas solidarias con las demás personas, no importando de dónde eres o cómo es. Donde la única forma de conseguir trabajo es el Consorcio Azucarero Central,2 donde se le paga una miseria de salario, donde algunas familias pierden a sus seres queridos en algunos de esos trabajos que realizan diariamente, donde son asesinados y todo queda impune porque las autoridades no investigan las causas.
Donde las esposas esperan a sus esposos con esmero los días de pago y, cuando llega el esposo a la casa, llega con la noticia de que fue asaltado por un pillo. A causa de eso, la esposa no puede ir al mercado el domingo (porque el esposo no llegó a casa con dinero). A pesar de todo, la vida del campo es alegría... no todo es mal, puedes pedir un favor a cualquiera persona [sic] no importa si es niño o adulto. Compartimos cosas como la comida... sal, azúcar... sandalia... donde le pides a la vecina dos plátanos y te regala tres.
Vivo en un batey donde –para salir fuera de la comunidad– debo ´esperar bola´3 o salir a pie. Cuando te ven los motoconcho esperando bola, se hacen el ´chivo loco´,4 obvio, están cansados de ´dar bola´... y más un domingo, día de mercado, que todos tenemos cómo pagar. No lo hacemos por no pagar los RD$200. No. Lo hacemos porque pagar RD$200 pesos –ida y vuelta– a un motoconcho es un descuadre para la compra de la casa. Oh no... así no se puede... es mejor pedir una bola para ir al mercado y, al regresar, vengo en concho... y con los 100 pesos: compro RD$100 de sazón, que «ahí me rinde»... (así decimos).
Yo, desde que me inscribí en la escuela primaria –a mí me inscribieron en la Escuela Primaria de Batey Cuchilla, donde solo había una sala– ahí teníamos que estar todos los estudiantes... tanto los de primero, segundo, tercero y cuarto [grados]. Donde todos teníamos que estar sentados quietos, con un director que era tan bruto... un hombre muy bruto. Me acuerdo que una vez él chocó la cabeza de mi hermana Karina con la cabeza de otro compañero de clase. Chocó sus cabezas juntas y era ´la única´ forma de castigarlos.
Cuando terminé el cuarto, fui a estudiar en otra comunidad llamada El Palmar, donde hice el quinto hasta el cuarto de bachiller en el liceo Ana Dilcia Santana. Cuando terminé la escuela –el bachillerato– que [cursé] con tanto esfuerzo y empeño... con ayuda de mis padres... con mi papá nadie en la casa podía quedarse en casa sin ir a clase... Para ellos, la educación era primordial. Terminar la escuela es una cosa muy importante, ya que para una jovencita terminar la escuela en un batey, eso requiere de un esfuerzo muy grande por la condición en la que muchas personas viven, sobre todo para una familia de siete hijos.
Recuerdo que –para nosotros– no existía eso de «merienda» o que te daban RD$5.00 como algunos hacen... para nosotros no había eso. Solo había un apetitoso mango... todos los estudiantes íbamos a la espera de que caigan unos mangos, donde solo el más veloz podía correr y coger el mango. Íbamos a nuestra casa para ver qué nos tenía nuestra madre: que si cocinó o no cocinó. Cuando terminé el liceo –a los 18 años–, [estaba] entusiasmada por ingresar a la universidad (como todo joven que viene de una familia pobre, poder terminar sus estudios... eso es lo más grande). Yo, muy feliz, salí del liceo, estaba muy emocionada.
En el 2009 empezó mi pesadilla: como joven, como mujer y como hija. Es cuando yo me dirijo a la Oficialía de mi provincia de Bahoruco, que es Neiba, donde fui inscrita en el libro de Registro Civil Dominicano. Me acuerdo: una mañana hubo unas personas que iban para una actividad en Neiba cuando mi madre me dice: «Estefany, aprovecha y vete a buscar tu acta de nacimiento, coge una bola con ellos». Yo me preparé y me vestí y me voy con ellos, contenta porque ya voy a ingresar en la universidad (ya que mis compañeros ya tenían sus documentos listos). Pues, cuando llego a la Oficialía, pido un acta certificada y la noticia que me dieron fue que no podían entregarme mi acta porque estaba «en investigación». Ahí fue donde conocí que estaba siendo afectada por la Resolución 12. No tenía conocimiento de eso.
Desde entonces, empezó mi sufrimiento...depresión... cuando a mí me dicen que no me lo pueden entregar porque estaba «en investigación». Pero, en el 2009, fue un año de gran dolor porque los días venían y se iban, yendo a citas para saber cuándo sería que me iban a entregar mi acta de nacimiento. Con el proceso de la sentencia del tribunal, pensé que ya no teníamos esperanza: ya no tenía esperanza. Me dije a mí misma: «ya no tengo esperanza, ¿qué voy a hacer, mi Dios?, ¿qué pasará con todo lo que he hecho?» Quedé paralizada en un batey sin poder trabajar, sin ir a la universidad.
En el 2013 conseguí mi acta de nacimiento (gracias a las luchas que hicimos los afectados y con la ayuda de las organizaciones nacionales e internacionales y con la ayuda de personas solidarias). Ya cuando yo conseguí mis documentos (mi acta de nacimiento, mi cédula de identidad), aun así, yo me sentía igual. Estaba feliz porque ya tenía [los documentos], pero no sabía qué hacer con mi vida, ya que tenía seis años desde que terminé el bachillerato y no podía ingresar a la universidad. Yo no sabía qué hacer porque no sabía por dónde iniciar. Pensé: «¿Salgo a buscar trabajo o ingreso a la universidad?». Sentí que no estaba clara de lo que quería. Pero, gracias a Dios que yo tenía personas que estaban interesadas por el bienestar mío, que a cada rato nos enviaban enlaces sobre cuándo había inscripción en la universidad, [una de esas] personas es Ana María Belique.
Bueno, busqué todos mis documentos, me inscribí en la universidad. Duré un cuatrimestre, luego abandoné la universidad por un año porque no podía pagar, ya que era una universidad privada. Me fui a estudiar en la universidad del Estado, la Universidad Autónoma de Santo Domingo, pero –cada vez que iba– la profesora no venía... y eso me fue desanimando hasta que abandoné la universidad otra vez. Duré cuatro meses... y, en el 2016, ingresé nuevamente a la universidad.
Actualmente estoy estudiando Derecho y, en dos años, termino la licenciatura en Derecho. Luego, haré una maestría en Ciencias Sociales porque, a pesar de todo, me gusta la historia. Yo quiero ser maestra de historia, poder trabajar con jóvenes que no están claros de nuestra historia, porque hoy hay muchos historiadores que han tergiversado la historia. También quiero ser Oficial Civil para trabajar en las Oficialías, ya que he venido haciendo trabajos de acompañamiento a través del Movimiento Reconoci. do y eso es lo que más a mí me gusta.
1. Una niña «de su casa» es un término utilizado para indicar que no sale, no bebe, no fuma. Que, al ser hogareña, se supone que es «seria». El confinamiento de una mujer es asociado a la seriedad de esta, pues la cultura machista no valida que una mujer sea libre de moverse y disfrutar la vida en los mismos términos que los hombres. El confinamiento también es un modo de ´protección´ a la niña.
2. http://cac.com.do/app/do/frontpage.aspx Compañía administradora del Ingenio de Barahona.
3. En República Dominicana «pedir bola» significa pedir a alguien que pasa en vehículo que te transporte de forma gratuita.
4. En República Dominicana «hacerse el chivo loco» significa ignorar lo que está suce- diendo.
Gracias a We Are All Dominican y Reconoci.do por su colaboración en compartir estas historia para la pieza The Plaintiffs Records. Conoce más sobre el trabajo de estos movimientos:
Nos cambió la vida
Memorias personales de jóvenes de ascendencia haitiana afectados por la Sentencia 168-13 Santo Domingo, República Dominicana Diciembre, 2017
© Reconoci.do y Centro Bonó